El robo.

Fue en la boda de la tía Xóchitl donde lo conocí, yo tenía a penas 9 años.
Todo comenzó cuando contaron la historia de los novios, una tradición mazahua:
"El novio se robó a la novia para poder casarse con ella".
Pensé: "¿y si yo fuera la que se robara a un chico para casarme con él?"
Pensé en voz alta, porque un niño moreno, alto y de cabello despeinado con un traje azul,
camisa blanca y un moño en el cuello, me dijo: "No serías capaz de robarte a nadie, mensa."
Al decir eso, me enfurecí y le dije: "Te voy a robar a ti cabrón".
Le dí un puñetazo y al instante cayó al suelo.
Me volteó a ver sorprendido y espeté: "Eres muy guapo, ¿me dejas robarte?".
No hubiera dicho eso nunca, porque querer casarse con alguien que no sabe jugar piedra,
papel o tijera, no ve plaza sésamo, no le gusta comer churritos con salsa, no conoce a timbiriche
y mucho menos que no usa petos vaqueros de mezclilla en verano podría ser mi esposo.
Además no me permitirían casarme con mi primo mayor, a menos que me lo robe mientras el duerme.






Este pequeño relato lo hice hace un año para un concurso el cuál no gané. Pero viene a quedarse en el lugar al que pertenece. Gracías a Ale Ramírez por la idea.

Siempre,
Báez.

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